Es la mentalidad, el conformismo y el maniqueísmo que ata y perturba toda capacidad innovadora y creativa. Dejemos establecido que de nada sirve poseer recursos naturales no explotados, solo es riqueza cuando se los explota para consumir y vender.
Entonces, si Bolivia no explota sus recursos (con inversiones extranjeras o nacionales) y no es capaz de proveer productos al país y al mundo, seguirá siendo pobre materialmente y sumida espiritualmente en “usos y costumbres”.
En esta lógica de la decadencia, se sitúa las medidas económicas tomadas por el Gobierno actual. Como la gente del Gobierno no entiende la lógica contradictoria del capital y el papel de éste en la economía mundial, por puro “orgullo nacional” ven como necesidad imperiosa la política de nacionalización. Para el mundo económico, en estos tiempos de posicionamiento de fuerzas económicas y financieras, la nacionalización es un freno a la inversión privada, es decir, una barrera para la creación de riqueza. La falta de seguridad jurídica es la camisa de fuerza que no permite el desarrollo empresarial; la historia de la economía boliviana nos muestra que la situación normal es el conflicto social, la corrupción y la crisis política permanente y, durante muchos años, cero de riqueza, crecimiento y desarrollo.
Mientras esto ocurra, el nivel de vida de la gente seguirá deteriorándose de año en año; los ingresos de los ciudadanos en lugar de aumentar (por falta de producción y generación de riqueza), seguirán en descenso permanente.
Entonces, es necesario plantear, para este siglo, la propuesta de la economía en libertad, abierta, competitiva, basada sobre parámetros y patrones de desarrollo económico que permitan a Bolivia posicionarse en el mundo, y convertirse en uno de los centros financieros más importantes.
Por su carácter geo-económico y de ser centro del Cono Sur, Bolivia debería diseñar una estrategia de política global de inversiones que permita convertirse en el espacio-puente para todo el continente. Para alcanzar objetivos de largo alcance, es urgente diseñar una política de atracción de inversiones con cero de impuestos para las empresas, inversión del 75% de las utilidades en el país, inversiones en minas, en turismo, hotelería, producción orgánica, desarrollo del sistema financiero, medios de trasporte conectados al proceso productivo, nuevos aeropuertos, y centros de contacto para el mundo.
Romper con la mentalidad arcaica de economía doméstica es, en el siglo XXI, de que el Estado trabaje para el ciudadano, para el pueblo y no el pueblo para el Estado.
Hasta ahora, el pueblo ha trabajado para el Estado, y éste siempre le ha dejado en la calle y en la miseria. Entonces, cambiemos de lógica. Debemos decidir entre penalizar el capital o estimular la inversión en la economía en libertad, liberado de impuestos, capaz de permitir el despegue de manera rápida y en un tiempo lo más corto posible.
Todos piensan y están convencidos que todo capital invertido en Bolivia debe pagar impuestos; nosotros pensamos que en la economía del siglo XXI, las inversiones extranjeras y nacionales deben estar liberadas de todo impuesto, y sostenemos que para atraer grandes inversiones en diferentes campos, debe abrirse su economía al mercado financiero y hacer de Bolivia una economía centro financiero y potencia en atraer inversiones.
Es innegable que nuestro país cuenta con grandes recursos, hasta ahora in-explotados (hasta apenas explorado), pero también es desastroso que nuestra población continúe sin empleo y sin recursos para educarse y alimentarse, entonces ¿De qué nos sirve decir que somos ricos? Solo seremos realmente ricos cuando produzcamos riqueza y riqueza es empleo, salud, confort y vivir cada vez mejor. Entonces, seamos no solo ricos en potencia, pasemos al acto y seamos ricos, explotando nuestras riquezas.
Fernando Untoja
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