martes, 29 de septiembre de 2009

Mitificación indigenista del pasado

Comentario al Preámbulo de la CPE

Desde 1825 es el Estado que busca fundar la Nación, pero fracasa
En 2006, es la Nación que debe fundar el Estado
El 2009 es la metamorfosis del Estado republicano
Capitulación de la nación Aymara-quechua

Fernando Untoja Ch.

1. Introducción

Para comentar el Preámbulo de la Constitución aprobada el 25 de Enero del 2009, debemos partir indicando que en los 184 años de vida republicana no se forjó el Nosotros Nacional. Un comentario no puede no estar marcado por una posición política e ideológica: el sentido del texto tan escueto de la CPE debe ser situado en el recorrido del “viejo Estado” y ver si este Preámbulo es la base doctrinaria del Estado Plurinacional o simplemente refleja la metamorfosis, en la que se conserva el carácter del Estado importado y colonial.

Un comentario no puede estar liberado de concepciones y posiciones ideológicas, menos cuando uno hace parte de una identidad cultural y étnica... Siempre hemos sostenido que el Estado de 1825 nace en contra de las naciones (aymara-quechua, guaraníes). ¿Y cómo ahora podría ser la construcción desde las relaciones de fuerza endógenas?

Si antes el Estado se forma sin Nación, la pregunta crucial es: ¿el “Estado Plurinacional” es una construcción y producto de las relaciones internas entre las naciones? ¿O es una simple sustitución de un texto por otro? Recordemos que el carácter y la estructura del Estado republicano fueron importados y ésto ha hecho del Estado republicano la institución obstáculo para un desarrollo global. ¿En qué superará el Estado Plurinacional este carácter?

El recorrido de la Constituyente nos muestra que es la figura y el sello del Estado neo-colonial que se reacomoda, la única diferencia y la novedad es que ahora lleva la máscara indígena, pero oculta la continuidad de la dominación. El término descolonización se convierte en la clave para ocultar y rearticular el poder. Este proceso, a pesar de que se pregone y exporte la idea de que el “indígena está en el poder por primera vez”, eso no es más que el neocolonialismo que habla en nombre de los aymara-quechua y les convierte en el forro de la “nueva Constitución”.

2. El recorrido en la historia

Es necesario recordar que Bolivia es tal vez el único Estado en América Latina que funciona sin base nacional, es decir, un Estado sin Nación y naciones sin Estado... Frente a este escenario, la preocupación, o la toma de conciencia, se dio muy tardíamente en el pensamiento político y las prácticas políticas de los bolivianos.

Ahora bien, quien no entiende la relación Nación-Estado y el funcionamiento de la lógica estatal en Bolivia, no entenderá nunca lo que es la Constituyente ni los objetivos de ésta. Por eso es de vital importancia dejar establecido que en la historia existen naciones sin Estado (palestinos, kurdos, aymara, quechua, guaraníes…). La situación es la de las naciones aymara-quechua-guaraníes, si bien ocupan un territorio, tienen una lengua, espiritualidad y sentimiento de pertenencia a la nación, no lograron constituir un Estado propio.

En la historia existen también Estados sin Nación, como es el caso de algunos estados del llamado “tercer mundo”, creados artificialmente a partir de antiguas fronteras coloniales. De este caso releva la situación del Estado boliviano, un Estado sin Nación, formado sobre territorios coloniales y relaciones de explotación y dominación, controlado por minorías criollas que hoy se califican de mestizos.

Este Estado boliviano sin Nación mantiene el proceso colonial, interioriza una serie de relaciones de dominación como ser: económica, religiosa, política y escamotea toda forma de afirmación de identidad de las naciones aymara-quechua, guaraníes.

Este Estado sin Nación, durante más de 184 años, buscó construir una Nación, y cada época fracasa este propósito colonialista. Este carácter artificial del Estado boliviano y su enfrentamiento con las naciones ha llevado al Estado a la decadencia ideológica y la descomposición de sus instituciones entre elecciones y dictaduras militares.

Para muchos, el 2001, el Estado Boliviano parece sufrir un desnudamiento en su carácter colonial y exógeno a la realidad social y cultural del país, pero esta desmitificación fue pregonada por corrientes y pensadores kataristas e “indianistas” que cuestionaron el carácter discriminante y hasta segregacionista del poder colonial y republicano. Posición que en los años 70 fue calificada y rechazada por la derecha y la izquierda boliviana, por ser considerada como retorno al arcaísmo o posición de “racismo a la inversa”.

Para poder explicar o encontrar la fuente de los cuatro parágrafos del Preámbulo, no podemos dejar de recordar esas dos posiciones ideológicas – políticos kataristas e indianistas, pues es allí que los marxistas y liberales de hoy buscan las bases para formular la armonía y el “sexo de las piedras”. Por eso es necesario distinguir indianismo y katarismo. Atención, el indigenismo aún no existía.

Para ubicar el verdadero sentido del Preámbulo, aunque sea de pasada, es necesario precisar lo común y la diferencia de esas dos versiones ideológicas que sin duda han marcado una revolución de mentalidades.

Uno de los elementos comunes para ambas posiciones es la contestación al poder colonial interiorizado y ejercitado por el Estado republicano. No sólo cuestionan el carácter exógeno del Estado Boliviano sino denuncian el monopolio cultural y político de un Estado que además culpabiliza al mundo aymara-quechua de ser obstáculo al desarrollo de la República. Este cuestionamiento fue rechazado tanto por los partidos de izquierda como por los liberales no sólo en la actividad política sino en los sindicatos.

La diferencia entre indianismo y katarismo es que el primero idealiza el pasado colonial: es allí donde reina la armonía. En esa posición se encuentra la genealogía de la frase del indigenismo (del MAS): “Poblamos esta sagrada Madre Tierra con rostros diferentes, y comprendimos desde entonces la pluralidad vigente de todas las cosas y nuestra diversidad como seres y culturas” (Preámbulo). Es el universo casi perfecto, donde hombre y naturaleza son uno solo. Aquí prácticamente desaparece la historia, se imagina un pasado milenario y se busca convertirlo en fuerza para mitificar un mundo originario sin contradicción y conflicto. Pero ésto no termina ahí, sigamos con la frase: “Así conformamos nuestros pueblos, y jamás comprendimos el racismo hasta que lo sufrimos desde los funestos tiempos de la colonia” (Preámbulo). Empieza la historia y ésta es sufrimiento, racismo, es ahí, donde el “indígena ya no entiende” Pero con el indigenismo se encuentra al culpable de todos los males: colonialismo y neoliberalismo (se oculta a la izquierda que es tan colonial como el neoliberalismo, pues son una sola moneda contra el “indio”). La dicotomía indianista es asumida para estimular el odio y el racismo en los dirigentes campesinos, y la mejor simplificación es “indios buenos y k’aras malos; en la vulgata marxista, “pobres contra ricos”.

El indianismo lleva en la idealización, a partir de la sociedad colonizada, la reacción, el resentimiento del colonizado, para reivindicar y mitificar la sociedad pre-colonial como la única fuerza para enfrentar la discriminación racial y étnica.

Pero también el indianismo es un discurso colonial, en la medida en que reproduce la visión colonialista sobre la sociedad “india”, donde todo es armonioso, hasta considerar al “indio” como el único depositario de todos los valores humanos.

El “y jamás comprendimos el racismo” (Preámbulo) está destinado al mundo campesino, que vivió idealizando un pasado mitificado por el indianismo. Sin esta mitificación, en la Constituyente hubiera sido difícil la dominación ideológica a los constituyentes que representaban sectores campesinos. La ideología del colon colonizado, es decir, del indigenismo (hoy marxista-liberal), ofrece un pasado originario armonioso y llevar a un futuro de reciprocidad y de complementariedad armoniosa. ¿Cómo podrían manipular a los “indios” sin esta mitificación urdida por algunas ONGs?

Esta idealización echa la responsabilidad del dolor humano al invasor y al colonizador, la tarea es entonces retornar al “mundo indígena”, considerado como el modelo del “vivir bien”, destinado no sólo para los indígenas sino modelo para el mundo. El indianismo en el que se apoya el indigenismo es también un discurso producto de la influencia colonial. Es el colonizado que se expresa con resentimiento frente a la impotencia de asumir los cambios en la economía, la técnica y la política del mundo contemporáneo.

Pero con el indigenismo, es el colon colonizado quien se disfraza, él se constituye en la vanguardia de los movimientos sociales “indígena-originario-campesino”. El Preámbulo es un discurso indianista y también una actitud oportunista del colon colonizado que ahora recurre a símbolos para encandilar al mundo campesino, “convenciendo” al indígena-originario-campesino de que está en el poder por primera vez en la historia.

En Bolivia, por muchas razones, el imperialismo del signo es el recurso para mantener las relaciones de dominación. Mitifica ante al mundo occidental un arcaísmo en descomposición, la economía comunitaria, la justicia comunitaria, como los nuevos valores. En el fondo, es el discurso del otro, que busca ser otro con respecto a Occidente.

Por otro lado, el katarismo, como corriente política surgida en los centros urbanos y dirigidos por aymara-quechua, evita esta idealización del pasado pre-colonial, se interesa más en la ubicación de los aymara-quechua en los diferentes campos de la sociedad; es consciente de la situación del colonialismo interno y el monopolio del poder en manos de una minoría. Denuncia el carácter colonizante del Estado como obstáculo para el desarrollo económico y cultural del país.

Esto hace que los dirigentes de esta corriente asuman una posición crítica al llamado “proceso de cambio” y a la propia Constitución, denunciando también al “indigenismo” como un discurso del otro (colonizador), destinado a la manipulación de campesinos envueltos de indígenas.

El katarismo atribuye las condiciones políticas y económicas estancadas a la falta de un referente en el desarrollo de la sociedad boliviana, es la falta del Nosotros nacional que debe ser resuelta en la institucionalización. El problema mayor para el boliviano es superar el colonialismo y el resentimiento, esto exige no sólo un texto constitucional, sino un cambio de la mentalidad, una mirada franca entre los bolivianos, no sólo en torno a valoraciones étnicas, sino sobre valores ciudadanos.

Es frente a estas dos visiones y formas de contestación que la izquierda boliviana, envuelta en el manto del indigenismo, reivindica la “composición plural” y la “sublevación indígena anticolonial” y recurre a la combinación indianista-marxista para presentar la idea del “hombre nuevo”, la “sociedad armoniosa”, el “vivir bien” y la “descolonización”. Es con esa posición que los actuales “ideólogos” del MAS pregonan de que el “indígena es un aliado natural de la izquierda” y de la “revolución socialista”

3. Descomposición del Estado y la Constituyente

Para hablar de Constitución, no podemos dejar de referirnos a la existencia de un modelo, esto quiere decir que si nosotros no tomamos en cuenta la relación paradigma-Constitución de nada sirve hablar de reformas y de Constituyente. Entonces, ¿qué es la Constitución?

La Constitución es el proceso del sintagma, es una instancia que organiza, que racionaliza el poder, y es a partir de la Constitución que vemos el Estado. Lo esencial es que esta Constitución tiene que referirse a un modelo, a un paradigma. Éste puede ser mítico, cultural, histórico, lingüístico, con actores posicionados en las relaciones de fuerza internas en una sociedad.

Ahora, mi pregunta es la siguiente: ¿sobre qué modelo o sobre qué paradigma se constituye en 1826 la Constitución Política del Estado?, ¿cual es la referencia sobre la cual se funda este Estado y esta Constitución? Lamentablemente no encuentro estudios que mencionen con precisión o al menos den de pasada explicaciones de las bases de la Constitución Política boliviana. No se sabe cuáles son las razones, pero puedo aventurarme a decir que muchos no hablan de esas cosas porque quieren ocultar algo y otros hacen abstracción sólo porque ignoran la realidad.

No puede haber Constitución sin paradigma: el sintagma siempre se refiere al paradigma, al modelo. La Constitución sirve de modelo para que una sociedad funcione y que el modelo busque la permanente adecuación a la sociedad. ¿Ocurre esto con la Constitución actual?

Por eso la Constitución tiene que tener una base social, étnica, nacional, estos son los elementos constitutivos de una Constitución. Pero en el caso de la Constitución de 1826, podemos remarcar que su carácter está extrapolado, es importado, su genealogía está en Occidente, es decir, es una Constitución importada, que se “constituye”, en contra de los aymara-quechua. Por eso sostengo que ella no nace, sino se impone como una maquinaria importada, en contra y a espaldas de la nación.

Es una Constitución sin base nacional, étnica, ni lingüística; por eso la Constitución de 1826, no toma en cuenta a la nación aymara-quechua. Los elementos esenciales de la verdadera fundación son excluidos de la propia Constitución.

Lo republicano implementa durante más de 184 años una política de exclusión racial, económica y cultural. Proscribe y oculta ante el mundo la existencia de la autoctonía de las naciones. Es un Estado sin Nación; sus ideólogos y políticos buscan construir una nación y fracasan. Este proyecto colonial intenta con más fuerza construir la nación boliviana desde 1950, pero termina con una des-institucionalización entre 2002 y 2003.

A partir de ese momento, estamos frente a la agonía del Estado republicano: el caos se apodera de todo, busca salidas y chivos expiatorios. En el momento del quiebre, un sector de la nación aymara-quechua se encuentra controlado políticamente por algunas ONGs (de tendencia izquierdista), sobre todo en el campo. En los centros urbanos, la falta de institución se expresa en la violencia y surge el ataque a la tradición política.

Estos dos elementos son importantes, en la medida en que frente al fracaso del adoctrinamiento de los campesinos en el sector rural, las ONGs de izquierda recurren a las viejas tesis “indianistas” y “milenaristas” para identificar al culpable de la desgracia de los “indios”. Es en esta situación que surge la idea de la Constituyente, que busca la “incorporación e inclusión” de los “indígenas” al Estado; para esta tarea surge el discurso de fundación de un nuevo Estado y el entierro del Estado colonial.

El derrumbe del Estado republicano es el límite del carácter del poder de 1825, es decir, el agotamiento de un modelo importado y colonialista que no logró establecer relaciones de correspondencia en los diferentes campos en la sociedad. La búsqueda de la nación termina en la oligarquización del poder y la democracia.

El agotamiento de la fuerza de la reproducción teórica e ideológica, tanto en corrientes de derecha e izquierda, obliga a aceptar como necesidad la ideología “indianista” y katarista para conservar los privilegios del poder y su reproducción. Ya no son la patria, la nación, la soberanía, la familia, los valores esenciales en el discurso político, sino la vida del “indígena”, su “armonía”, “su solidaridad”, “su reciprocidad”. Pero, ¿quién habla y quién ofrece? Los otros disfrazados de “indígenas”.

Mientras se opera este reacomodo ideológico y político del colon colonizado, a nivel institucional se derrumba el principio de autoridad, caen los símbolos opresores, existe una inversión de valores, el mundo campesino es otra vez víctima, peor que en 1953.

Todo esto nos muestra la incoherencia de la lógica estatal, que en lugar de mantener una relación de adecuación entre Estado y Nación, permite el asalto o la captura del mundo campesino para experimentos de proyectos socialistas.

Si algo más debemos decir sobre el Estado republicano es que ejercitó un poder de exterminio físico e imprime a la nación la alienación y empuja a los aymara-quechua a una especie de diáspora en el continente y fuera de él.

El Estado se convierte en el instrumento al servicio de las minorías, instaladas en nombre de la democracia; las consecuencias son tan dramáticas que no merecen ser descritas en esta ocasión.

Para romper este carácter colonial del Estado importado, cierto, es una necesidad la constitución de otro Estado que sea producto y construcción realizada por los nacionales, un Estado que dé solución a los problemas no resueltos. Pero esto sólo es posible si se funda sobre paradigmas o modelos ideológico-político-culturales de la nación, así tendría sentido el Estado. Muchos pensaron que la Constituyente podía cumplir esa gran tarea histórica, pero terminó en la metamorfosis del Estado sin dar solución a los problemas reales, quedando sólo en el orden simbólico, destinado a la manipulación de los “indígenas”.

Si este es el carácter de la Constitución boliviana, entonces el Estado y la Constitución funcionan en contra de las naciones aymara-quechua, un Estado al servicio de las minorías como de costumbre. La pregunta a propósito de esta Constitución es: ¿qué elementos de la nación aymara-quechua han sido integrados o tomados en cuenta en la CPE de 2009? ¿Será la whipala?

4. Mitificación y metamorfosis del Estado

En el recorrido del debate y la redacción de la CPE, se presentaron dos visiones de sociedad y de poder. Primero, un enfoque que se sitúa en la tradición clásica, que apunta y se centra sobre aspectos económicos, marcados por el carácter estrictamente jurídico. En el fondo, no apuntaba a fundar un Estado sino a lograr reformas y reordenar la “inclusión” cultural.

Ante esta visión considerada “visión de país” del pasado, se presenta otro enfoque que quiere y se reclama ser “original” y originario (milenario), el del MAS. Éste busca re-fundar Bolivia pero, por falta de un conocimiento del Estado republicano y su contradicción con las naciones aymara-quechua, busca reordenar el Estado republicano no cambiando el contenido sino sustituir términos y nombres a las diferentes instancias del Poder. Para justificar este hecho, recurre al indigenismo, buscando marcar diferencia con respecto a la primera “visión de país”. Es por necesidad ideológica que retoma viejos discursos coloniales, como “pueblo indio”, “indígena-originario” y campesino.

Esta visión de sociedad, marcada por las prácticas coloniales y republicanas, obliga al MAS a construir un imaginario armonioso, de una sociedad indígena en equilibrio, armónica, solidaria etc. Lo indígena adquiere bruscamente una serie de cualidades y se convierte en el depositario y portador de la vida. Aquí aparece el “vivir bien”, traducido de suma q’amaña. Sin embargo, la genealogía del discurso indigenista del MAS se encuentra en la mitificación de los “pueblos indios”, realizada por los indianistas.

Ahora pensamos que es más fácil ubicar el sentido del Preámbulo. Es en una página que está fijada la parte doctrinaria o el paradigma de la CPE aprobada en 2009. Cierto, esta página presenta una condensación que obliga no sólo a explicar la visión del mundo subyacente, sino a descifrar la metamorfosis del Estado republicano y la envoltura del discurso “indigenista”.

Sin embargo, esta doctrina pretende expresar y justificar la refundación del Estado como una ruptura con el orden colonial. Es esa la fuerza del discurso en un primer momento, pero al mismo tiempo es la gran fragilidad de supuestos que sólo adquieren sentido en la mitificación del mundo “indígena”.
Una pregunta crucial a este texto es: ¿en qué medida el indigenismo es la expresión filosófica o política de las “naciones colonizadas” y sobre todo mayoritarias en el país ? ¡No existirá respuesta!

Por esta razón, es necesario dar elementos que permitan comprender lo que es realmente la sociedad boliviana y el discurso de un imaginario social que mitifica al indígena, en un mundo en el que las relaciones sociales y políticas son relaciones “armónicas” y de “reciprocidad”. Sólo el pasado colonial es violento, sólo allí existe corrupción, maldad, explotación…

Una Constituyente no tiene sentido si en su filosofía no están los valores de la nación. Primero debemos fijar la matriz de la concepción de sociedad (historia, cultura, valores, hábitus). La Constituyente es una necesidad y una respuesta cuando una sociedad se encuentra en un proceso de caos, violencia y desintegración.

Constituyente es el proceso de racionalización de la violencia, es un instante y una instancia organizadora del poder. Solo a partir de la Nación es posible dotarnos de una Constitución y ver el nuevo Estado. Por eso no es un acto puramente jurídico, ni económico, tampoco un carnaval ideológico, se trata de un acto fundamentalmente político.

Si la nación se dota de una Constitución, ésta debe permanecer en el tiempo y englobar a toda la sociedad, esto exige obligatoriamente la referencia a un modelo, a un paradigma; éste es del orden mítico, cultural, histórico, lingüístico.

Los que hablan de Constitución ignoran este punto esencial, sólo insisten sobre aspectos jurídicos y de procedimiento; otros sobre elementos económicos. Plantear la Constituyente de esta forma es razonar mecánicamente, como si el Estado fuese un simple contrato de individuos aislados o dispersos en la naturaleza. Y todos estamos convencidos de la presencia real de las naciones en todo el territorio boliviano.

5. Conclusiones

¿La situación política y social exige un Contrato entre naciones, para construir el “Nosotros”? Hasta ahora nadie ha mostrado cuál es el paradigma de la Constitución que se quiere hacer. Sin una base cultural e histórica y nacional, ninguna Constituyente tiene futuro ni permanencia, la Constitución implica armar una estructura ideológica-política-jurídica que garantice la permanencia del Estado y una relación de correspondencia y adecuación entre él y la Sociedad.

El indigenismo, bajo el discurso multi-culturalista, ha remplazado a los individuos por “pueblos indígenas-originarios-campesinos”, de esta manera proscribe la participación de la nación. El “indigenismo” es una clara intención para conservar la hegemonía de las minorías.
Algunos racistas, bajo el principio de “discriminación positiva”, exponen exóticos en las elecciones.. Nos referimos a los indigenistas que con el discurso de lo indígena, reducen al estatus de decoro a sus “indios”. Y otros se afanan para incluir en sus listas a los “salvajes” en nombre de la “unidad en la diversidad”.

El carácter importado y la deformación de los hombres y mujeres hacen que el Estado no logre ser Estado-Nación y menos Nación-Estado; pero a pesar de la evidencia histórica, existen espíritus muy “inteligentes” que líricamente nos cuentan que somos una nación. Cuando aceptamos todo ese discurso, no sólo nos auto-engañamos, sino engañamos a la gran mayoría.

Muchos sostienen que Bolivia es un Estado, otros dicen que es una nación, que tiene una Constitución sólida, aunque no perfecta, pero es “la mejor que tenemos”. Esta concepción ha llegado a su límite, tanto en el discurso como en los hechos, por eso desde hace algunos años surgen contestaciones y cuestionamientos al Estado. Finalmente, pensamos que el Estado Plurinacional tiene las mismas características del “viejo Estado”.

Los pilares fundacionales del Estado Plurinacional no son las naciones aymara-quechua sino "indígenas", campesinos y originarios. No son “Nosotros, mujeres y hombres, a través de la Asamblea Constituyente…” los que han concluido, sino es el poder constituido que, usurpando funciones, ha reacondicionado el “viejo Estado”. No hubo el restablecimiento de relaciones objetivas y subjetivas entre ciudadanos, sino simplemente la metamorfosis del Estado.

El proceso no logró englobar la unidad espiritual, lengua, religión, geografía y etnicidad. Separó la voluntad de querer vivir y la voluntad de querer vivir juntos. Ante el fracaso, la descomposición y decadencia ideológica del Estado sin nación, en el siglo XXI, Bolivia seguirá en situación de conflicto y se avizora escenarios de violencia, incluso incidiendo en varios espacios en los Andes...



• Bibliografía
1.- Untoja Fernando; Pensamiento Katarista en el siglo XXI ed. Ayra
2.- Untoja Fernando;; Retorno al Ayllu ed. Fondo Editorial Camara Diputados .
3.- Untoja Fernando; Ensayos para una Rebelion ed. Ayra
4.- Untoja Fernando; Rebelión de un Kolla ed. Fondo Editorial Camara Diputados .



Fernando Untoja es de Oruro, muy joven se inició a la actividad política, detenido en 1973 y enviado al campo de concentración de Chonchocoro. En 1976, expulsado del País. Estudió en Francia Ciencias Económicas. Actualmente es docente universitario, escribe algunos libros y artículos sobre temas sociales y económicos.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Economía en Libertad para el Siglo XXI

El peso de la economía boliviana en el mundo es casi insignificante, solo vivimos del slogan de que somos dignos “sentados sobre un silla de oro”; es hora de dejar esa mentalidad de pordiosero. Para esto, se debe forjar una mentalidad empresarial desde la educación primaria, meternos en la cabeza de que es hora de fundir esa silla de oro y convertirla en riqueza.

Es la mentalidad, el conformismo y el maniqueísmo que ata y perturba toda capacidad innovadora y creativa. Dejemos establecido que de nada sirve poseer recursos naturales no explotados, solo es riqueza cuando se los explota para consumir y vender.

Entonces, si Bolivia no explota sus recursos (con inversiones extranjeras o nacionales) y no es capaz de proveer productos al país y al mundo, seguirá siendo pobre materialmente y sumida espiritualmente en “usos y costumbres”.

En esta lógica de la decadencia, se sitúa las medidas económicas tomadas por el Gobierno actual. Como la gente del Gobierno no entiende la lógica contradictoria del capital y el papel de éste en la economía mundial, por puro “orgullo nacional” ven como necesidad imperiosa la política de nacionalización. Para el mundo económico, en estos tiempos de posicionamiento de fuerzas económicas y financieras, la nacionalización es un freno a la inversión privada, es decir, una barrera para la creación de riqueza. La falta de seguridad jurídica es la camisa de fuerza que no permite el desarrollo empresarial; la historia de la economía boliviana nos muestra que la situación normal es el conflicto social, la corrupción y la crisis política permanente y, durante muchos años, cero de riqueza, crecimiento y desarrollo.

Mientras esto ocurra, el nivel de vida de la gente seguirá deteriorándose de año en año; los ingresos de los ciudadanos en lugar de aumentar (por falta de producción y generación de riqueza), seguirán en descenso permanente.

Entonces, es necesario plantear, para este siglo, la propuesta de la economía en libertad, abierta, competitiva, basada sobre parámetros y patrones de desarrollo económico que permitan a Bolivia posicionarse en el mundo, y convertirse en uno de los centros financieros más importantes.

Por su carácter geo-económico y de ser centro del Cono Sur, Bolivia debería diseñar una estrategia de política global de inversiones que permita convertirse en el espacio-puente para todo el continente. Para alcanzar objetivos de largo alcance, es urgente diseñar una política de atracción de inversiones con cero de impuestos para las empresas, inversión del 75% de las utilidades en el país, inversiones en minas, en turismo, hotelería, producción orgánica, desarrollo del sistema financiero, medios de trasporte conectados al proceso productivo, nuevos aeropuertos, y centros de contacto para el mundo.

Romper con la mentalidad arcaica de economía doméstica es, en el siglo XXI, de que el Estado trabaje para el ciudadano, para el pueblo y no el pueblo para el Estado.

Hasta ahora, el pueblo ha trabajado para el Estado, y éste siempre le ha dejado en la calle y en la miseria. Entonces, cambiemos de lógica. Debemos decidir entre penalizar el capital o estimular la inversión en la economía en libertad, liberado de impuestos, capaz de permitir el despegue de manera rápida y en un tiempo lo más corto posible.

Todos piensan y están convencidos que todo capital invertido en Bolivia debe pagar impuestos; nosotros pensamos que en la economía del siglo XXI, las inversiones extranjeras y nacionales deben estar liberadas de todo impuesto, y sostenemos que para atraer grandes inversiones en diferentes campos, debe abrirse su economía al mercado financiero y hacer de Bolivia una economía centro financiero y potencia en atraer inversiones.

Es innegable que nuestro país cuenta con grandes recursos, hasta ahora in-explotados (hasta apenas explorado), pero también es desastroso que nuestra población continúe sin empleo y sin recursos para educarse y alimentarse, entonces ¿De qué nos sirve decir que somos ricos? Solo seremos realmente ricos cuando produzcamos riqueza y riqueza es empleo, salud, confort y vivir cada vez mejor. Entonces, seamos no solo ricos en potencia, pasemos al acto y seamos ricos, explotando nuestras riquezas.

Fernando Untoja
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